27 feb 2010

Sin título.... da igual.

Hacerse viejo no deja de ser una lata. Cuando somos jóvenes y ascendemos por la senda que nos conduce a cada cual a una meta precisa o inconcreta, da igual, si lo conseguido hasta ese punto nos agrada y permanece durante toda, o buena parte de nuestra vida activa, se tiene la sensación de que el tiempo no pasa, o discurre muy lentamente, es decir, lo que se entendería por "una vida sin prisa". Quizás que sea el mismo esfuerzo, el ansia de llegar cuanto antes incluso la culminación de un logro por algo deseado, haga que la satisfacción proporcione los elementos precisos para que nuestro tiempo de para tanto.
En cambio, dispuestos a recorrer el camino de "vuelta" a partir de la jubilación, convencidos del "deber cumplido" que suele decirse, el tiempo se hace mas corto y encima, para mas inri, nos gusta celebrar cada cumpleaños como si se tratara de un triunfo. Y bien mirado, puede que lo sea. Otra cosa es si nos da por pensar en que "ya es tarde para pretender hacer algo que en su momento no hayamos hecho", "intentar corregir los pocos o muchos errores (todos ellos no intencionados, eso sí) ya cometidos" o resignarnos a ser indiferentes, pasivos, incluso víctimas voluntarias de nuestra propia debilidad.
Pero, claro, después de sufrir tiempos de miseria (guerra incluida) y llegar a viejos viendo crecer a las nuevas generaciones, rodeadas de medios para hacer todo más facil y con posibilidad de mejorar en el futuro, sobre todo la calidad de vida, cuando menos, nos lleva a reprocharnos, bienhumoradamente, el haber nacido tan pronto. Pues quién no recuerda, por ejemplo, ese refrán que dice "Del viejo, el consejo". A la mayoria de viejos de ahora, viejos de verdad, los que ya estamos cargados de años, lo de dar consejos a la juventud, ni de coña, vamos.
Bueno, colegas, hasta otra y que seais felices.
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