26 ene 2007

HOSPITALIZACIÓN

La fecha de la hospitalización se acostumbra a señalar inmediatamente después de verificar el resultado de todas las pruebas preoperatorias -incluido el análisis histológico correspondiente- y se compruebe que no existe motivo alguno que impida iniciar el tratamiento. Es decir, que entre la fecha de ingreso en la clínica y el día en que se pretende realizar la intervención quirúrgica, los médicos tratan de que no haya mucho especio de tiempo. Lo cual es de agradecer, ya que una prolongada espera, cuando no sea necesario quedar subordinado a otra clase de tratamiento previo a la operación que hubiera de ser controlado por los servicios de enfermería del propio centro, podría significar que se produjese igual en nosotros mismos que entre nuestros familiares, un desasosiego o inquietud de consecuencias muy negativas. En este sentido, puede decirse que tiene tanta importancia el que todos los trámites que hayan de cumplimentarse durante el plazo preoperatorio se lleven a cabo en el menor tiempo posible, ya que el grado de animosidad que nos haya infundido nuestro médico, con sus reconfortantes consejos, podría disiparse o quedar sensiblemente mermado. El ambiente de la sala donde hayamos de ser instalados deberá ser un ambiente tranquilo donde podamos mantenernos relajados. Y es que si por un ado transcurren horas -cuando no días- sin conocer muy bien a qué se debe esa espera, nuestra impaciencia se acrecienta de forma incontenible llegando hasta el punto de excedernos en actitudes impropias de nuestro modo de ser. Y por otro lado, si como ocurre en la mayoría de centros clínicos y hospitales, debemos compartir habitación con otros enfermos, alguno de ellos recién operado de lo mismo que se nos va a intervenir a nosotros y vista la impresionante imagen que se da al llevar puesta la sonda nasogástrica y un vendaje tan aparatoso, nuestro estado de ánimo podría verse gravemente afectado. Añadiendo a todo ello la gran tensión emocional que nos produce el hecho de saber que tras la intervención no podremos articular una sola palabra.

Por tanto no es raro que se dé algún que otro caso en que el enfermo intente resistirse a pasar por el quirófano, cuado comprueba por sí miso estos detalles. Pues no todo el mundo tenemos igual capacidad de resignación para aceptar la adversidad sin trauma, ni siquiera la misma disposición para afrontar el problema con la decisión que se requiere. Todos, eso sí, debemos tener confianza en vencer esas situaciones tan confusas que se viven en los primeros momentos de la hospitalización, basándonos en que cada día se aplican los tratamientos con criterios más profesionalizados y por tanto hace albergar grandes esperanzas de que el resultado final será satisfactorio.

Uno de los aspectos importantes que conviene considerar es el referido al comportamiento que durante la espera pudieran tener nuestros familiares y amigos más próximos, ya que de su actitud podría depender el grado de animosidad con que lleguemos al momento de la intervención. El familiar o familiares que en la medida que se les permita, estén dispuestos a hacernos compañía, deben actuar con la máxima naturalidad y, sobre todo, con mucha prudencia dado a que si en su semblante se nota excesiva preocupación por lo que nos pasa y observamos que además eluden comentar las circnstancias tal y como se están desarrollando y si lo hacen se les aprecia alguna duda, nuestro instinto de supervivencia podría degenerar por derroteros pesimistas. En cambio, si la actitud de nuestra compañía es diligente, dinámica y expresa cierto cariz optimista, mantendremos un alto nivel de esperanza en salir convenientemente restablecidos una vez se haya cumplido el período de hospitalización.

El hecho de que nuestros familiares se comporten de manera natural suele depender de la información que se les haya dado al respecto.

A nuestra familia, sobre todo a aquellos familiares más interesados por lo que nos pasa, se le ha de inculcar y persuadir de que nustro problema se nos ha planteado con tiempo suficiente para ser solucionado y no hay por qué preocuparse más de lo justo, y esa información será nuestro médico quien la puede dar mejor que otra persona, ya que él es el primer interesado en que la compañía que nos asista en el hospital sirva de incentivo moral y refuerce nuestra esperanza de curación. Y es que al no estar uy convencidos de poder superar la enfermedad contraída, cualquier información que nos llegue de fuentes ajenas al servicio que nos haya de asistir, por buena fe que entrañe no nos va a consolar, más bien al contrario, nos serviría para aumentar nuestro miedo a lo pudiera pasar, si se presenta alguna inesperada complicación. Complicación que por otra parte tiene más posibilidades de presentarse si llegamos a la intervención emocionalmente tensos y no sosegados como sería recomendable.

La serenidad frente a las dificultades que pudiera tener el inicio del tratamiento nos la puede dar la persona que nos acompañe en el momento de la hospitalización. De ahí que sea preciso que esa persona esté convenientemente informada para que sea capaz de transmitirnos esa misma serenidad que el propio médico nos pide y que nos recordará constantemente el equipo de enfermería del centro.

Otro aspecto interesante de la hospitalización o espera preoperatoria, aunque pudiera parecer incomprensible, es el de permanecer la mayor parte del tiempo en la habitación en que se nos instale o bien en la sala de visitas, si la hubiera, junto a nuestro acompañante o acompañantes, con el fin de estar un poco al margen del problema de otros enfermos que hayan sido intervenidos días antes. Es decir, que podemos leer algo que nos distraiga, oír música si nos gusta... o bien participar de algún tipo de juego, a modo de pasatiempo, con cualquier persona o personas de entre los acompañantes, para evitar prestar demasiada atención al ambiente que nos rodea. Y es que el motivo de estar allí hospitalizado, podrá ser el mismo que el que haya llevado a otros enfermos de la sala, pero cada cual es como es y las circunsancias de cada enfermo, ni antes ni después de la intervención, necesariamenttienen por qué ser ni siquiera parecidas. De esta forma expresaremos nuestra buena voluntad de ser un buen paciente yharemos más llevadera y menos angustiosa la espera.
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