13 feb 2011
La figura del abuelo.
Confieso que no sabría decir por qué, pero desde muy joven, desde niño, he sentido admiración por las personas mayores (los viejos) aunque si creo que la explicación sea -entre otras- la "pelusilla" que me produciría ver a otros niños de mi edad lanzarse a los brazos de sus abuelos a la salida del colegio; cogerse de su mano y caminar por el campo, o ir con él hasta la tienda de chucherías más próxima para comprar un cucurucho de cacahuetes, pipas de girasol, altramuces, garbanzos tostados, etc. Cosas que yo no pude disfrutar de los míos por que apenas les conocí. Ninguno se hizo muy viejo y lo poco que conozco de ellos, igual de mis abuelos que de mis abuelas (por cierto todo irreprochable) lo se por habérmelo contado mis padres o algún familiar cercano. Y si todavía lo recuerdo es por creer que esas cosas nunca se olvidan.
De ahí que aquella admiración que tuve de pequeño a los viejos la haya mantenido siempre. Y al tiempo de ir haciéndome viejo, he intentado conservarla hasta hacérsela sentir a mis tres nietos, ahora los tres mayores de edad, por que me parece una excelente cualidad de cara recibir la mejor educación.
Mis nietos, el mayor y el pequeño, uno de nuestro hijo y otro de nuestra hija, han convivido con nosotros prácticamente toda la niñéz y, claro, igual el uno que el otro recibieron de nosotros, de sus abuelos, todo lo que yo hubiese querido y no pude recibir de los míos. Desde llevarlos con nosotros de vacaciones, verles gozar en todo tipo de carruseles de la fiesta del barrio, hasta dormirles contándoles un cuento al ir a la cama. . . sin necesidad de esfuerzo alguno, insisto, desde todo eso hasta el infinito lo hubiesen tenido todo, ya que sus gozos nos los contagiaban y los disfrutábamos con ellos. Al segundo, también de nuestro hijo como el primero, por no sabría decir qué circunstancias, ni siquiera si fué por conveniencia de los mayores o por el deseo de estar viviendo en casa de sus padres, por lo que sea, no lo hemos disfrutado tanto como a los otros dos.
No obstante, al margen del carácter que tenga cada cual y cómo se monten su vida, nosotros por ser sus "yayos", a los tres les queremos, les sentimos y les admiramos igual.
Saludos y gracias, vistantes.
Un abrazo.
De ahí que aquella admiración que tuve de pequeño a los viejos la haya mantenido siempre. Y al tiempo de ir haciéndome viejo, he intentado conservarla hasta hacérsela sentir a mis tres nietos, ahora los tres mayores de edad, por que me parece una excelente cualidad de cara recibir la mejor educación.
Mis nietos, el mayor y el pequeño, uno de nuestro hijo y otro de nuestra hija, han convivido con nosotros prácticamente toda la niñéz y, claro, igual el uno que el otro recibieron de nosotros, de sus abuelos, todo lo que yo hubiese querido y no pude recibir de los míos. Desde llevarlos con nosotros de vacaciones, verles gozar en todo tipo de carruseles de la fiesta del barrio, hasta dormirles contándoles un cuento al ir a la cama. . . sin necesidad de esfuerzo alguno, insisto, desde todo eso hasta el infinito lo hubiesen tenido todo, ya que sus gozos nos los contagiaban y los disfrutábamos con ellos. Al segundo, también de nuestro hijo como el primero, por no sabría decir qué circunstancias, ni siquiera si fué por conveniencia de los mayores o por el deseo de estar viviendo en casa de sus padres, por lo que sea, no lo hemos disfrutado tanto como a los otros dos.
No obstante, al margen del carácter que tenga cada cual y cómo se monten su vida, nosotros por ser sus "yayos", a los tres les queremos, les sentimos y les admiramos igual.
Saludos y gracias, vistantes.
Un abrazo.
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