14 jul 2014
DEBAJO DE LA SOMBRILLA
Un espacio sin humos, libre de los rayos de sol directo y con un botijo de agua fresca,
ha sido el lugar elegido para descansar y recordar.
Reconozco que estoy en pecado permanente, por no haber leído toda la poesía que convendría leer si queremos tener lustrados y engrasados los goznes de la puerta que conduce a una de las ramas mas enriquecedoras de la cultura.
Ahora, ya es demasiado tarde. Solo me queda el tan manido recurso de lamentar no haberlo hecho, con la fácil excusa de no tener tiempo.
Sin embargo, como quiero tanto a mi tierra, cuna natural de tantos y tan magníficos poetas, igual que me atrevo a enjaretar algún comentario sobre mi vida en ella, aunque me haya desprendido por unos días del ordenador, me voy a permitir transcribir unos versos de N. Del Hierro, dedicados a nuestros ilustres poetas y paisanos Eladio Cabañero y Félix Grande, publicados el la revista Alambor en 1982, cuyo título es:
Sin embargo, como quiero tanto a mi tierra, cuna natural de tantos y tan magníficos poetas, igual que me atrevo a enjaretar algún comentario sobre mi vida en ella, aunque me haya desprendido por unos días del ordenador, me voy a permitir transcribir unos versos de N. Del Hierro, dedicados a nuestros ilustres poetas y paisanos Eladio Cabañero y Félix Grande, publicados el la revista Alambor en 1982, cuyo título es:
¿AGRICOLA?
Dice así:
La toza, los arreos, el arado
romano. . . cosas, todas,aquellos
que un día fueron sabia de granero,
están ya, con el polvo de los años,
en el rincón mas solo de la cámara.
Me he asomado y he visto -lejanísimamente-
la historia del abuelo:
La toza, los arreos, el arado
romano. . . cosas, todas,aquellos
que un día fueron sabia de granero,
están ya, con el polvo de los años,
en el rincón mas solo de la cámara.
Me he asomado y he visto -lejanísimamente-
la historia del abuelo:
el sudor
chorreando su piel; amaneceres
de siembra o recogida; mediosdías
de fiebres estivales;
hacinadas de mies o trillos recorriendo
la interminable esfera de la parva.
Fue como un tajo largo por la vena
del surco:
los barbechos clavaron
la raíz de la grama en su abandono,
y Ceres, solitaria, estremeció
su latido de amor y de cosecha.
Se llamó emigración a la palabra
y en las calles quedó la parsimonia
de los años mas últimos:
los cuerpos
curvados de unos seres consumidos.
Lo demás fue un escape:
Habitaciones
con derecho a cocina, letras, firmas
que prolongaban la razón de un piso
y la angustia vital, el adentrarnos
cada día en un mundo siempre extraño. . .
. . . he vuelto. . .
. . . y los eriales justifican
el desgarro saliente de las cribas
y últimas penas del abuelo,
su cruda desazón, antes del "viaje".
Después de todo, como ahora tiempo no me falta, me lo he pensado mejor y desempolvaré algún libro de poesía de los que duermen placenteramente en los estantes de mi modesta librería, que aunque sea un poco tarde le echaré un vistazo.
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