26 ene 2007
REHABILITACIÓN
La rehabilitación de las personas laringectomizadas debe entenderse como rehabilitación integral, aunque todo se base en la recuperación de la voz para volver a expresarnos nuevamente con palabras. Integral o completa, porque sería ilógico obviar las diversas secuelas que conlleva la carencia total de voz. Por tanto, al laringectomizado en fase o período de recuperación, se le debería de asistir desde la posibilidad de alcanzar un restablecimiento total. Es decir, que para que la recuperación sea satisfactoria se habría de proceder de manera que: al tiempo que recuperamos el habla, aceptemos otras carencias o limitaciones con naturalidad y nos vayamos convenciendo de que ya no somos un enfermo si nos lo proponemos.
Pero antes de entrar en consideraciones puntuales voy a permitirme hacer una ligera reflexión acerca de la facultad de hablar y de la difícil situación en que quedamos los laringectomizados cuando perdemos la capacidad de hacerlo. Pues sabremos meor lo que queremos, si conocemos, aunque sea someramente, lo que hemos perdido.
La voz, nuestra voz laríngea o natural, puede decirse que comienza a manifestarse con nuestro primer llanto en el momento de nacer, y que de la intensidad o volumen de ese mismo llanto depende la mejor o peor impresión de vigorosidad que de nosotros reciben nuestros progenitores. Y sobre el mecanismo para la articulación del sonido que conforma la voz laríngea, parece tener fácil explicación, pues se trata del aire que al respirar se aloja en nuestros pulmones y al ser expelido fonéticamente hace vibrar las cuerdas vocales. Parece lógico que a medida que se desarrolla nuestro crecimiento aumenten nuestras energías y lo que inicialmente es un simple sonido laríngeo vaya adquiriendo volumen y claridad de tono hasta llegar a conertirse en nuestra propia voz. Con la particularidad de que estos signos suelen estar en línea con otros rasgos morfológios que en su conjunto conforman a cada persona, hasta el punto de que a poco que se nos trate, se nos conozca por el tono de voz que cada cual adquiere, y que únicamente suele diferenciarse en el volumen, fluidez o intensidad y timbre.
La voz voluminosa o fuerte, se debe al número de vibraciones que constituyen la extensión del sonido. La intensidad o fluidez depende de la presión del aire al efectuar la emisión del sonido y su autocontrol. Y el timbre o tono de voz puede muy bien distinguirse de varias formas: "voz quebrada", "aguda" y "nasal", características que en muchas personas se da una de ellas como signo más sobresaliente de la propia personalidad.
Pero ahora se trata de concentrar toda nuestra atención e interés en la posibilidd de adquirir una nueva voz, utilizando todos nuestros recursos y subordinándolos al método que conozcamos más apropiado a nuestra posibilidad de realización. Y para ello deberemos acudir a centros especializados donde personas laringectomizadas, convenientemente documentadas nos ayudarán a conseguirlo. Porque la "erigmofonía", como base fundamental de nuestra rehabilitación del habla, parece ser que no es asumida y por tanto tratada por médicos foniatas ni logopedas con tanta garantía de éxito como ocurre en los citados centros.
En lo que se refiere al período de aprendizaje de habla erigmofónica, éste suele convertirse en un curso donde la tarea es muy laboriosa y en algún momento dura, más aún cuando observamos que nuestros esfuerzos son inútiles, dado a que no aparece de forma inmediata el ansiado sonido esofágico que con tanta facilidad realiza la persona larinectomizada que nos está enseñando. Sin embargo, no hemos de desfallecer en ningún momento, ni hacer concesiones a la dificultad por imposible que parezca, porque mermaría notablemente la posibilidad de volver a hablar con nuestra propia voz. Y ello nos podría suponer caer en el aislamineto por pura comodida y pereza.
En cambio, si somos constantes y practicamos con ilusión los ejercicios más elementales desde el principio, poco habrá que nos impida alcanzar un nivel de voz bastante aceptable (incluso para muchas personas será sorprendente) y en un plazo de tiempo muy reducido. Lo más importante es no ceder a la adversisda y amparados en nuestra propia madurez podremos lograr algo que sin duda fortalecerá nuestra personalidad. Pues comunicarnos con los demás ¡con palabras! y pasar desapercibidos entre los no laringectomizados será un mérito que nadie podrá negarnos.
En lo referente al tiempo de duración de las prácticas, hasta conseguir suficiente facilidad de palabra y hacernos entender sin que sea neesario prestarnos excesiva atención, no podría establecerse un plazo de tiempo fijo, dado a que dependerá del comportamiento de cada persona respecto al interés o atención que ponga en ello. Y es que por muy a favor que se tenga todo, si no se pone voluntad ni se trabaja con verdadera ilusión, el resultado no puede ser todo lo bueno que se desearía y mucho menos inmediato. Contando también con que podría aparecer algún imprevisto desfavorable que entorpeciera la marcha del aprendizaje, retrasándolo algo más de lo que hayamos aventurado. No obstante, y si se dan las condiciones óptimas que permitan mantener un nivel de asimilación intermedio podría ser que en cuestión de semanas (de seis a ocho) se consiguiera. Y habo de "condiciones óptimas", dando por supuesto que hemos vencido la profunda conmoción psicológica que nos produjera la mudez total, a raíz de la intervención. Pero sea como fuere, unos antes y otros después, todos podremos lograrlo, y eso es lo que importa.
Sobre la calidad de voz, que sea más o menos buena, no tiene por qué guardar relación alguna con la facilidad que cada cual tenga para captar la mecánica de su articulación. Es decir, que poco habrá de preocuparnos si el ritmo de aprendizaje es algo más lento del que creamos normal, porque no siempre acaba hablando mejor quien antes lo consigue. Se sabe de casos en que fue todo lo contrario, personas que tardaron en aprender mucho más que otras, cuando lo consiguieron, lo hicieron mejor que éstas, tanto en volumen como en fluidez de sonido.
¿Que cuándo es el momento propicio para iniciar el aprendizaje y comenzar a practicar?, entiendo que si nuestro estado general es bueno y el médico no lo desaconseja -hayamos de ser objeto de tratamiento radiológico o no- podríamos empezar a partir del alta clínica. Porque en caso de que se nos trate con radioterapia lo único que podría ocurrir, cosa poco frecuente, es que haya que aplazarlo durante algún tiempo, sobre todo los ejercicios prácticos, para evitar esfuerzos innecesarios que pudiesen perjudicarnos. Es decir, que si las corrientes nos produjeran algún trastorno de carácter inflamatorio que dificulte la realización del eructo esofágico, cabría suspender las prácticas y reanudarlas cuando estemos en condiciones de continuar sin problemas. Incluso dándose alguna circunstancia de las anotadas, pocas veces representa un retraso notable. Y es que lo que influye de manera extraordinaria es la ilusión con que se ejerce esta gratificante tarea y la confianza que tengamos en que podremos llevarlo a término. Y esa ilusión y esa confianza sólo se tienen cuando no encontramos bien física y psíquicamente.
Si comprendemos que los laringectomizados deberíamos conocer el alcance de la enfermedad contraída y las probables consecuencias que nos pudiese acarrear para así poder cooperar mejor con los médicos en la aplicación del tratamiento, convendría reflexionar sobre aspectos de cada una de las situaciones en las que podríamos encontrarnos, desde la confirmación del dictamen médico, hasta estar completamente rehabilitados. Consideraciones que en todo caso responden también al interes de los propios médicos que intervienen en las diferentes etapas del período indicado y que ellos, los especialistas, no dejan de advertirnos en todo momento. Pero quizá dicho con un lenguaje más nuestro, menos técnico que el de ellos, lo entendemos mucho mejor.
Todos sabemos que cualquier operación de gargana puede ser más o menos delicada o grave según cada caso particular. En unos basta con la simple cordectomía y que consiste en extirpar una sola cuerda vocal. En este caso no suele dejar huella ni otra clase de secuelas que no sea una notable afonía, pero el órgano fonatorio sigue produciendo la voz sin dificultad. En otro caso, la operación se llama "supraglótica" porque se realiza por encima de la glotis y por tanto no suele afectar a las cuerdas vocales.
Pero si se trata de laringectomía total -como es mi caso- la intervención es mucho más mutilante y por consiguiente más delicada. De ahí que nuestra preocupación se concentre en la situación del laringectomizado total a quien además de privar o desposeer de un sentido tan importante como es el habla, se anula en gran medida el del olfato y el del gusto. Y aunque todo ello de algún modo es recuperable, no cabe duda de que la situación es mucho más complicada.
La abertura quirúrgica de la tráquea, situada en la parte anterior dl cuello, llamada "traqueostoma" sabemos que es el orificio por donde respiramos ahora y se ha de tratar de mantener muy aseado y libre de todo aquello que pudiera entorpecer la entrada o salida del aire de los pulmones. Para que dicha abertura no se cierre, se utiliza la cánula traqueal, que consiste en un pequeño tubo curvado adecuadamente y abierto por ambos extremos.
Las cánulas más usuales son las de traqueotomia para intervenciones de laringe (generalmente de alpaca o de plata) y otras más funcionales de plástico para cuando se aplica radioterapia en alguna modalidad.
Otra de las cosas que debe preocuparnos a los laringetomizados es el moco cuando éste es abundante y entorpece la respiración. El "como" al ser una sustancia semisólida y viscosa, sirve para recoger cualquier impureza del aire que respiramos antes de que se aloje en los pulmones. A veces, se nos forma un tapón de moco en la tráquea a causa de la retención del mismo, generalmente por sequedad en las vías respiratorias. Sobre todo cuando nos desenvolvemos en ambientes muy secos o contraemos algún catarro de los que producen espasmos en forma de tos seca y no se expectora con facilidad.
En ocasiones, no es que sea muy frecuente, se podría producir alguna pequeña hemorragia por el estoma o al expulsar las secreciones pectorales aparcer señales sanguíneas más o menos evidentes. Y si esto ocurre, aunque casi nunca es grave, debemos consultar al médico inmediatamente. La prudencia en estos casos nunca sería excesiva, ya que todo ello forma parte de la información que el médico necesita cada vez que debemos acudir a él para efectos de control.
Pero antes de entrar en consideraciones puntuales voy a permitirme hacer una ligera reflexión acerca de la facultad de hablar y de la difícil situación en que quedamos los laringectomizados cuando perdemos la capacidad de hacerlo. Pues sabremos meor lo que queremos, si conocemos, aunque sea someramente, lo que hemos perdido.
La voz, nuestra voz laríngea o natural, puede decirse que comienza a manifestarse con nuestro primer llanto en el momento de nacer, y que de la intensidad o volumen de ese mismo llanto depende la mejor o peor impresión de vigorosidad que de nosotros reciben nuestros progenitores. Y sobre el mecanismo para la articulación del sonido que conforma la voz laríngea, parece tener fácil explicación, pues se trata del aire que al respirar se aloja en nuestros pulmones y al ser expelido fonéticamente hace vibrar las cuerdas vocales. Parece lógico que a medida que se desarrolla nuestro crecimiento aumenten nuestras energías y lo que inicialmente es un simple sonido laríngeo vaya adquiriendo volumen y claridad de tono hasta llegar a conertirse en nuestra propia voz. Con la particularidad de que estos signos suelen estar en línea con otros rasgos morfológios que en su conjunto conforman a cada persona, hasta el punto de que a poco que se nos trate, se nos conozca por el tono de voz que cada cual adquiere, y que únicamente suele diferenciarse en el volumen, fluidez o intensidad y timbre.
La voz voluminosa o fuerte, se debe al número de vibraciones que constituyen la extensión del sonido. La intensidad o fluidez depende de la presión del aire al efectuar la emisión del sonido y su autocontrol. Y el timbre o tono de voz puede muy bien distinguirse de varias formas: "voz quebrada", "aguda" y "nasal", características que en muchas personas se da una de ellas como signo más sobresaliente de la propia personalidad.
Pero ahora se trata de concentrar toda nuestra atención e interés en la posibilidd de adquirir una nueva voz, utilizando todos nuestros recursos y subordinándolos al método que conozcamos más apropiado a nuestra posibilidad de realización. Y para ello deberemos acudir a centros especializados donde personas laringectomizadas, convenientemente documentadas nos ayudarán a conseguirlo. Porque la "erigmofonía", como base fundamental de nuestra rehabilitación del habla, parece ser que no es asumida y por tanto tratada por médicos foniatas ni logopedas con tanta garantía de éxito como ocurre en los citados centros.
En lo que se refiere al período de aprendizaje de habla erigmofónica, éste suele convertirse en un curso donde la tarea es muy laboriosa y en algún momento dura, más aún cuando observamos que nuestros esfuerzos son inútiles, dado a que no aparece de forma inmediata el ansiado sonido esofágico que con tanta facilidad realiza la persona larinectomizada que nos está enseñando. Sin embargo, no hemos de desfallecer en ningún momento, ni hacer concesiones a la dificultad por imposible que parezca, porque mermaría notablemente la posibilidad de volver a hablar con nuestra propia voz. Y ello nos podría suponer caer en el aislamineto por pura comodida y pereza.
En cambio, si somos constantes y practicamos con ilusión los ejercicios más elementales desde el principio, poco habrá que nos impida alcanzar un nivel de voz bastante aceptable (incluso para muchas personas será sorprendente) y en un plazo de tiempo muy reducido. Lo más importante es no ceder a la adversisda y amparados en nuestra propia madurez podremos lograr algo que sin duda fortalecerá nuestra personalidad. Pues comunicarnos con los demás ¡con palabras! y pasar desapercibidos entre los no laringectomizados será un mérito que nadie podrá negarnos.
En lo referente al tiempo de duración de las prácticas, hasta conseguir suficiente facilidad de palabra y hacernos entender sin que sea neesario prestarnos excesiva atención, no podría establecerse un plazo de tiempo fijo, dado a que dependerá del comportamiento de cada persona respecto al interés o atención que ponga en ello. Y es que por muy a favor que se tenga todo, si no se pone voluntad ni se trabaja con verdadera ilusión, el resultado no puede ser todo lo bueno que se desearía y mucho menos inmediato. Contando también con que podría aparecer algún imprevisto desfavorable que entorpeciera la marcha del aprendizaje, retrasándolo algo más de lo que hayamos aventurado. No obstante, y si se dan las condiciones óptimas que permitan mantener un nivel de asimilación intermedio podría ser que en cuestión de semanas (de seis a ocho) se consiguiera. Y habo de "condiciones óptimas", dando por supuesto que hemos vencido la profunda conmoción psicológica que nos produjera la mudez total, a raíz de la intervención. Pero sea como fuere, unos antes y otros después, todos podremos lograrlo, y eso es lo que importa.
Sobre la calidad de voz, que sea más o menos buena, no tiene por qué guardar relación alguna con la facilidad que cada cual tenga para captar la mecánica de su articulación. Es decir, que poco habrá de preocuparnos si el ritmo de aprendizaje es algo más lento del que creamos normal, porque no siempre acaba hablando mejor quien antes lo consigue. Se sabe de casos en que fue todo lo contrario, personas que tardaron en aprender mucho más que otras, cuando lo consiguieron, lo hicieron mejor que éstas, tanto en volumen como en fluidez de sonido.
¿Que cuándo es el momento propicio para iniciar el aprendizaje y comenzar a practicar?, entiendo que si nuestro estado general es bueno y el médico no lo desaconseja -hayamos de ser objeto de tratamiento radiológico o no- podríamos empezar a partir del alta clínica. Porque en caso de que se nos trate con radioterapia lo único que podría ocurrir, cosa poco frecuente, es que haya que aplazarlo durante algún tiempo, sobre todo los ejercicios prácticos, para evitar esfuerzos innecesarios que pudiesen perjudicarnos. Es decir, que si las corrientes nos produjeran algún trastorno de carácter inflamatorio que dificulte la realización del eructo esofágico, cabría suspender las prácticas y reanudarlas cuando estemos en condiciones de continuar sin problemas. Incluso dándose alguna circunstancia de las anotadas, pocas veces representa un retraso notable. Y es que lo que influye de manera extraordinaria es la ilusión con que se ejerce esta gratificante tarea y la confianza que tengamos en que podremos llevarlo a término. Y esa ilusión y esa confianza sólo se tienen cuando no encontramos bien física y psíquicamente.
Si comprendemos que los laringectomizados deberíamos conocer el alcance de la enfermedad contraída y las probables consecuencias que nos pudiese acarrear para así poder cooperar mejor con los médicos en la aplicación del tratamiento, convendría reflexionar sobre aspectos de cada una de las situaciones en las que podríamos encontrarnos, desde la confirmación del dictamen médico, hasta estar completamente rehabilitados. Consideraciones que en todo caso responden también al interes de los propios médicos que intervienen en las diferentes etapas del período indicado y que ellos, los especialistas, no dejan de advertirnos en todo momento. Pero quizá dicho con un lenguaje más nuestro, menos técnico que el de ellos, lo entendemos mucho mejor.
Todos sabemos que cualquier operación de gargana puede ser más o menos delicada o grave según cada caso particular. En unos basta con la simple cordectomía y que consiste en extirpar una sola cuerda vocal. En este caso no suele dejar huella ni otra clase de secuelas que no sea una notable afonía, pero el órgano fonatorio sigue produciendo la voz sin dificultad. En otro caso, la operación se llama "supraglótica" porque se realiza por encima de la glotis y por tanto no suele afectar a las cuerdas vocales.
Pero si se trata de laringectomía total -como es mi caso- la intervención es mucho más mutilante y por consiguiente más delicada. De ahí que nuestra preocupación se concentre en la situación del laringectomizado total a quien además de privar o desposeer de un sentido tan importante como es el habla, se anula en gran medida el del olfato y el del gusto. Y aunque todo ello de algún modo es recuperable, no cabe duda de que la situación es mucho más complicada.
La abertura quirúrgica de la tráquea, situada en la parte anterior dl cuello, llamada "traqueostoma" sabemos que es el orificio por donde respiramos ahora y se ha de tratar de mantener muy aseado y libre de todo aquello que pudiera entorpecer la entrada o salida del aire de los pulmones. Para que dicha abertura no se cierre, se utiliza la cánula traqueal, que consiste en un pequeño tubo curvado adecuadamente y abierto por ambos extremos.
Las cánulas más usuales son las de traqueotomia para intervenciones de laringe (generalmente de alpaca o de plata) y otras más funcionales de plástico para cuando se aplica radioterapia en alguna modalidad.
Otra de las cosas que debe preocuparnos a los laringetomizados es el moco cuando éste es abundante y entorpece la respiración. El "como" al ser una sustancia semisólida y viscosa, sirve para recoger cualquier impureza del aire que respiramos antes de que se aloje en los pulmones. A veces, se nos forma un tapón de moco en la tráquea a causa de la retención del mismo, generalmente por sequedad en las vías respiratorias. Sobre todo cuando nos desenvolvemos en ambientes muy secos o contraemos algún catarro de los que producen espasmos en forma de tos seca y no se expectora con facilidad.
En ocasiones, no es que sea muy frecuente, se podría producir alguna pequeña hemorragia por el estoma o al expulsar las secreciones pectorales aparcer señales sanguíneas más o menos evidentes. Y si esto ocurre, aunque casi nunca es grave, debemos consultar al médico inmediatamente. La prudencia en estos casos nunca sería excesiva, ya que todo ello forma parte de la información que el médico necesita cada vez que debemos acudir a él para efectos de control.
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MI OTRA VOZ (1991)