2 ene 2011
Con la ventana abierta...
Hoy, día uno del mes uno del año once (1-1-11) de este siglo, hace pocas horas, entró en vigor la nueva ley ANTITABAQUÍSMO que amplia ¡y de qué manera! los espacios donde los consumidores de tabaco no deben fumar. Una disposición con la que unos están (estamos) de acuerdo y otros no, como ocurre con casi todo lo que ha de imponerse por ley tras ver que las advertencias no sirven para nada.
Horas antes de entrar en vigor la polémica ley y en un programa de televisión, de los mas vistos los sábados por la noche, un grupo de tertulianos con criterio distinto sobre el tema a tratar se enzarzaron en una discusión donde el radicalísmo de unos y otros, defendiendo cada cual su postura, convirtieron la tertulia en un griterio del peor estilo. Hasta el punto en que el señor presentador-moderador del programa, viendo que así no se llegaba a conclusión alguna y por respeto -creo- a la audiencia hubo de dar por finalizada esa parte de la tertulia. Pues el énfasis con que alguien B.E. defendía su libertad y el derecho a fumar cuando y donde le viniese en gana, contrastaba con la defensa a ultranza que hacía S.G. de la nueva Ley por haber haber sufrido severamente los efectos del "tabaquísmo", víctima de su propia debilidad o simple desconocimiento, convertido, ahora, en defensor radical de todo fumador pasivo y muy particularmente de los niños.
Tras marcharse los mentados tertulianos y hacer un pequeño descanso, el programa retomó el tema con una persona invitada, M.G.K., luchadora contra su cáncer -así lo dijo- por excesivo consumo de tabaco. Esta persona, con una seguridad y calma ejemplarizantes, dió una soberana lección especialmente a quienes, todavía, se resisten a creer que la defensa contra el tabaquísmo, como contra el cáncer en general, es una lucha en la que deberíamos participar todos, la sociedad entera. Gente que cree que el cáncer es una enfermedad de otros y como a él no le afecta, ni es contagiosa, intenta ignorarla.
De ahí que la persona invitada recomendara hablar de cáncer como de cualquier otra enfermedad curable, eso que ella misma cuando supo lo que le pasaba evitó que su familia lo supiese, rogando a su médico que "a ella le dijera con toda claridad lo que tenía, qué podía pasarle y qué hacer para intentar superar tan complicada situación..." pero que no pasara de ahí para no angustiar a su entorno más próximo.
Cuando hablaba de que está comprometida y colabora con la Asociación española contra el Cáncer, hubo una llamada de alguien (no dió el nombre) para decir que "gracias a la persona invitada, el día que supo lo de su cáncer por fumadora, dejó de fumar y no ha vuelto a hacerlo". Y ésta respondió: "nada que no sea como lo que acabo de oir me haría más felíz". Y el público presente, como harían muchos televidentes, le dedicaron el mayor y más prolongado aplauso de la noche, seguro.
¡Bien sabe dios que la entiendo!. Treinta años antes que ella pasé por una experiencia similar a la suya y luchando primero contra mi cáncer y después contra el cáncer de otros hasta lograr la rehabilitación conveniente, los signos de reconocimiento al apoyo que recibian y las respuestas iguales o parecidas a la de esa llamada, si repasara mis cuadernillos de notas, serían incontables.
Por tanto, sin alarmísmo pero con naturalidad, comentemos lo bueno que sería el cumplimiento de esta nueva Ley para la salud de todos.
Vivamos esperanzados y al final veremos donde y cómo estamos un año después de hoy. Me imagino que superado el "mono" habrá mucha gente un poco más feliz. A ver...
Condios, amigos. Hasta otra.
Horas antes de entrar en vigor la polémica ley y en un programa de televisión, de los mas vistos los sábados por la noche, un grupo de tertulianos con criterio distinto sobre el tema a tratar se enzarzaron en una discusión donde el radicalísmo de unos y otros, defendiendo cada cual su postura, convirtieron la tertulia en un griterio del peor estilo. Hasta el punto en que el señor presentador-moderador del programa, viendo que así no se llegaba a conclusión alguna y por respeto -creo- a la audiencia hubo de dar por finalizada esa parte de la tertulia. Pues el énfasis con que alguien B.E. defendía su libertad y el derecho a fumar cuando y donde le viniese en gana, contrastaba con la defensa a ultranza que hacía S.G. de la nueva Ley por haber haber sufrido severamente los efectos del "tabaquísmo", víctima de su propia debilidad o simple desconocimiento, convertido, ahora, en defensor radical de todo fumador pasivo y muy particularmente de los niños.
Tras marcharse los mentados tertulianos y hacer un pequeño descanso, el programa retomó el tema con una persona invitada, M.G.K., luchadora contra su cáncer -así lo dijo- por excesivo consumo de tabaco. Esta persona, con una seguridad y calma ejemplarizantes, dió una soberana lección especialmente a quienes, todavía, se resisten a creer que la defensa contra el tabaquísmo, como contra el cáncer en general, es una lucha en la que deberíamos participar todos, la sociedad entera. Gente que cree que el cáncer es una enfermedad de otros y como a él no le afecta, ni es contagiosa, intenta ignorarla.
De ahí que la persona invitada recomendara hablar de cáncer como de cualquier otra enfermedad curable, eso que ella misma cuando supo lo que le pasaba evitó que su familia lo supiese, rogando a su médico que "a ella le dijera con toda claridad lo que tenía, qué podía pasarle y qué hacer para intentar superar tan complicada situación..." pero que no pasara de ahí para no angustiar a su entorno más próximo.
Cuando hablaba de que está comprometida y colabora con la Asociación española contra el Cáncer, hubo una llamada de alguien (no dió el nombre) para decir que "gracias a la persona invitada, el día que supo lo de su cáncer por fumadora, dejó de fumar y no ha vuelto a hacerlo". Y ésta respondió: "nada que no sea como lo que acabo de oir me haría más felíz". Y el público presente, como harían muchos televidentes, le dedicaron el mayor y más prolongado aplauso de la noche, seguro.
¡Bien sabe dios que la entiendo!. Treinta años antes que ella pasé por una experiencia similar a la suya y luchando primero contra mi cáncer y después contra el cáncer de otros hasta lograr la rehabilitación conveniente, los signos de reconocimiento al apoyo que recibian y las respuestas iguales o parecidas a la de esa llamada, si repasara mis cuadernillos de notas, serían incontables.
Por tanto, sin alarmísmo pero con naturalidad, comentemos lo bueno que sería el cumplimiento de esta nueva Ley para la salud de todos.
Vivamos esperanzados y al final veremos donde y cómo estamos un año después de hoy. Me imagino que superado el "mono" habrá mucha gente un poco más feliz. A ver...
Condios, amigos. Hasta otra.
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