16 jun 2012

Gozar de tiempo libre

Cuando yo era un jovenzuelo sin vicios adquiridos, ni grandes ni pequeños, recuerdo que en mi pueblo (Tomelloso) lugar de La mancha rústica de entonces, los vecinos de clase media baja (pichuleros se les llamaba porque cultivaban ellos mismos sus propias tierras) eran mayoría dado a que el minifundio funcionaba y estaba muy extendido. A la otra gente, la mas pudiente por sus saneados patrimonios, se les encuadraba en el grupo de los ricos y fuertes. Y tanto unos como otros, cada cual solía tener su grupo preferido de amigos con quienes juntarse y compartir charloteos.
Los citados en primer lugar, los "pichuleros", los domingos por la tarde y días lluviosos (de temporal se decía) la pasaban jugando a cartas, sin jugarse nada, el truque y la brisca eran los juegos preferidos, al calor de una buena lumbre de cepas, con su lebrillo de zurra hecha con vino cogido directamente de la tinaja y alguna chuchería para hacer boca.
Los otros los de mejor posición económica y por tanto de clase superior, se reunían en el Hogar del Productor que era un Casino donde solo admitían socios. Se tomaban su café y su copa, generalmente de coñac, ya que algunos eran propietarios de marcas autóctonas muy reconocidas, hacían su partida de billar, echaban un vistazo a la prensa del día o pasaban el rato contándose batallitas, aunque muchas de ellas fuesen inventadas. El caso era pasar la tarde lo mejor posible y quedar emplazados para el siguiente encuentro.
Al Hogar del Productor, como Casino, también acudían profesionales liberales en activo o retirados como, médicos maestro, veterinarios, farmacéuticos, administradores de fincas, etc. Y alguna de ésta gente, como por su trabajo salia poco al campo, aprovechando las tardes de sol, cuando los días comenzaban a alargar, se organizaban e iban a merendar a las afueras con preferencia a cualquier huerta de las que había en los alrededores del pueblo. En las primeras tardes de sol, cuando la recogida de las habas tiernas, tan dulces y apetitosas, la merienda consistía en unos lomos de bacalao "inglés" crudo, salado, que en contraste con el dulzor de las habas tiernas resultaba ser un plato delicioso, que remojado con buen vino,  puesto a refrescar previamente en el hueco de la noria por donde corre la cadena de canjilones que elevan el agua a la superficie, lo hacía aún mejor.
Mas adentrados en el verano y con tan ricas verduras como se cultivan y producen aquellos pagos; tomates, pimientos, pepino, cebolla tierna, todo bien picado y mezclado en una cazuela de barro, aderezado con aceite de oliva, un chorreón de vinagre, sal, comino machacado, enriquecido con atún en escabeche, aceitunas preferentemente negras y unas rodajas de huevo duro por encima, además de fácil de hacer, el resultado es una "pipirrana" para chuparse los dedos. Aquí se evita lo salado del bacalao y se mete mano a unos choricillos o trozos de lomo de la orza conservados de la última matanza, con lo que este tipo de escapadas se justifican por sí solas. Ahora no se, con tanta modernidad, me temo que aquellos pequeños placeres ya no se den y el modo de ocupar el tiempo libre no sea ni mejor ni peor, pero sí de otra manera.

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