1 jun 2010
Sencillamente difícil.
Solo yo se lo difícil que me ha resultado este año decir NO a la invitación que los últimos días de mayo, con motivo del Día Mundial sin Tabaco, me envían desde poblaciones como Sant Sadurní d´Noia, Badía del Vallés, Sant Andreu de la Barca y otras, para que participe de actos organizados en colegios (IES) de cara a informar a los escolares de 1º y 2º cursos, sobre la conveniencia de no caer en el error de comenzar a fumar, así como concienciar a quién ya consume tabaco, o sienta el deseo de probarlo, para que lo deje, o no lo haga.
Y digo que me ha costado decir "no", por que el interés de estas campañas nace en los propios Ayuntamientos (regidurías de educación y de salud) conscientes de que es algo que directa o indirectamente nos afecta a todos, con la anuencia y buen criterio por parte de las direcciones de los propios colegios, con el fin de elevar el nivel de información sobre tabaquísmo, a sus alumnos. Pues igual unos que otros, al ver que quién les hablaba lo hacía con voz sin laringe, por culpa del tabaco, y de manera desinteresada, valoraron y reconocieron siempre mi presencia con ejemplar aunque inmerecida generosidad. Era tal el entusiasmo que poníamos por darle efectividad y positivísmo a esa clase de actos, que acababan convirtiendose en la celebración de charlas-coloquio no alarmistas, muy animadas y no menos emotivas.
Al final, al despedirnos y agradecer mi participación, hasta a los escolares les parecía mucho tiempo tener que esperar un año para repetir el encuentro.
De ahí que me esté comenzando a costar lo mío decir: NO. Y es que el tiempo pasa para todos y se encarga de que no nos reconozcamos.
Qué remedio...
Y digo que me ha costado decir "no", por que el interés de estas campañas nace en los propios Ayuntamientos (regidurías de educación y de salud) conscientes de que es algo que directa o indirectamente nos afecta a todos, con la anuencia y buen criterio por parte de las direcciones de los propios colegios, con el fin de elevar el nivel de información sobre tabaquísmo, a sus alumnos. Pues igual unos que otros, al ver que quién les hablaba lo hacía con voz sin laringe, por culpa del tabaco, y de manera desinteresada, valoraron y reconocieron siempre mi presencia con ejemplar aunque inmerecida generosidad. Era tal el entusiasmo que poníamos por darle efectividad y positivísmo a esa clase de actos, que acababan convirtiendose en la celebración de charlas-coloquio no alarmistas, muy animadas y no menos emotivas.
Al final, al despedirnos y agradecer mi participación, hasta a los escolares les parecía mucho tiempo tener que esperar un año para repetir el encuentro.
De ahí que me esté comenzando a costar lo mío decir: NO. Y es que el tiempo pasa para todos y se encarga de que no nos reconozcamos.
Qué remedio...
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